"A Gijón le cayeron encima todas las reconversiones industriales, especialmente la gris"



(La Nueva España, 1-3-2018)

José María Ceínos: Dentro del curso Historia social de Gijón en el siglo XX de la UNED, David Manuel Rivas Infante (Gijón, 1957) dictará dos conferencias: la primera hoy, titulada De la autarquía al desarrollismo, y la segunda el próximo 9 de marzo, bajo el título Reconversión industrial, ¿reestructuración o desmantelamiento?. David Rivas es licenciado en ciencias económicas por la Universidad Complutense de Madrid y doctor en economía por la Universidad Autónoma de la capital de España, donde es profesor titular de estructura económica. ¿El proteccionismo de la autarquía del franquismo favoreció o perjudicó al tejido industrial de Gijón?

David M. Rivas: Tuvo unos resultados paradójicos. Por una parte, la autarquía coincide con la segunda guerra mundial y se exportaba carbón asturiano, y eso tiraba, entre otras cosas, del sector naval, que era necesario para transportar el carbón y, a la vez, también la autarquía potenciaba la industria conservera. La paradoja se daba en que por culpa de la autarquía casi no había bienes de equipo ni innovación tecnológica. Por eso el impacto es curioso, en el caso de Gijón: benefició un poco a la ciudad pero perjudicó al conjunto de Asturias.

J.M.C.: A partir del Plan de Estabilización de 1959 España entra en la etapa denominada como el desarrollismo, que en Gijón, la década de los sesenta es esplendorosa. ¿Por qué?

D.M.R.: Gijón siempre tuvo una característica muy curiosa: en el medio plazo siempre tuvo ciclos económicos distintos a los del resto de Asturias, unos ciclos que se parecían más a los del País Vasco y el Reino Unido.

J.M.C.: ¿Por ejemplo?

D.M.R.: La estabilización y el desarrollismo fueron el principio del fin de las cuencas mineras, por ejemplo, que aguantaron por el proteccionismo, pero la caída de la minería era ya entonces en picado, pero al tiempo se ampliaba El Musel y se creaba Uninsa. Eso hizo que Gijón fuera creciendo. Un indicador muy importante fue la instalación de Bankunión (un banco industrial con capital internacional, estadounidense), que solamente tenía tres oficinas en España, una de ellas en la calle de Álvarez Garaya.

J.M.C.: ¿Podemos decir que los años sesenta son en Gijón esplendorosos en lo económico como lo fueron los del último tercio del XIX?

D.M.R.: Son momentos muy parecidos y, además, tienen una cosa muy parecida: el crecimiento del siglo XX coincide con el giro de Cánovas y el desarrollismo de los sesenta con el franquismo. Era un crecimiento muy curioso, ya que tenía unos estrangulamientos políticos  y un modelo que no potenciaba la innovación ni la competitividad, por eso se fue al traste cuando vino el primer golpe de crisis. Las bases que tenía eran muy débiles.

J.M.C.: ¿La crisis cuándo llegó, en 1973 con la del petróleo o con la entrada de España en la Comunidad Europea?

D.M.R.: Sobre todo, en Gijón, la crisis se ceba entre 1973 y 1976, un poco antes de la muerte de Franco y un poco después.

J.M.C.: ¿Por qué se entra en esa crisis?

D.M.R.: En Gijón, en contra del resto de Asturias, hay mucha industria no solamente de bienes de equipo, también de bienes de consumo, que son los que más sufren una crisis inflacionista. La inflación tarda mucho en incidir, por ejemplo, en lo que cuesta construir un barco, pero influye inmediatamente en el chocolate, en el tabaco, en los periódicos, es decir, en lo que es el consumo cotidiano. Eso hizo que la crisis del consumo lastrara después a los bienes de equipo. Recuerde usted la cantidad de empresas conserveras, chocolateras, fábricas de sidra, artes gráficas, etcétera que había en Gijón en los cincuenta y que desaparecieron en los ochenta finales.

J.M.C.: ¿Cuándo llegó la puntilla a la industria?

D.M.R.: La puntilla llegó con lo que llamaron la reconversión industrial. La puntilla llega, sobre todo, cuando el PSOE accede al gobierno de España. El PSOE tenía una ventaja que no había tenido la UCD, y es que tenía un sindicato, la UGT, que amortiguó los conflictos. Claro, los conflictos se fueron amortiguando debido a que los sindicatos no querían derribar un gobierno que consideraban suyo y eso nos llevó a las tres reconversiones que tuvo Asturias: la blanca, la gris y la negra. O sea, la blanca corresponde a la leche, la gris al sector naval y el metal y la negra al carbón. A Gijón le cayeron encima todas las reconversiones, especialmente la gris.

J.M.C.: ¿Desmantelamiento más que reestructuración?

D.M.R.: Claro, fue un desmantelamiento completo. A partir de la vuelta de la democracia hay un elemento muy importante que a Asturias le perjudicó: en democracia los partidos políticos  hacen sus cálculos también en función del peso electoral, y Asturias pesa muy poco electoralmente. Luego tuvimos una clase política que nunca estuvo comprometida con los intereses reales de Asturias.

J.M.C.: Actualmente el ochenta por ciento del producto interior bruto de Gijón descansa en el sector servicios y de cada cien gijoneses solamente treinta y dos están laboralmente activos, ¿cuál es el futuro económico de la ciudad?

D.M.R.: Los indicadores en Asturias son terribles y, sobre todo, tenemos el problema demográfico más acusado de toda Europa. Otra diferencia interesante fue la forma de terciarización, que se aplicó a abrir la costa oeste, es decir, en plena crisis industrial los espacios industriales que van desde El Fomento hasta El Musel empiezan a competir con usos residenciales y turísticos, y, claro, viene un añadido más de crisis a la industria.

J.M.C.: ¿Gijón y su comarca pueden sobrevivir sin un sector industrial que ampare al de los servicios en cuanto al consumo?

D.M.R.: Soy muy favorable a la industria. Sin una industria básica más reducida pero competitiva una economía está enferma. O dicho de otra forma, una economía exclusivamente terciaria no es una economía viable.

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